domingo, 10 de enero de 2010

El burka entre nosotros



Seleccciono algunas de las frases de Arcadi Espada en su arículo de hoy (9.1.10) en El mundo:

El repugnante burka. Detrás de cada burka hay un delito, se halle o no su formulación concretada en los códigos legales.

La discusión versa sobre el carácter del espacio público de la civilización. Una cara borrada es incompatible con el sentido de lo público en nuestra civilización. No es un símbolo de la violencia. Es la violencia misma. De la que es perfectamente legítimo defenderse.

A diferencia de la cruz (¡y hasta del cilicio!) el burka no puede ocultarse. Porque, en realidad, persigue la exhibición y no la ocultación. No está hecho para la cara de la mujer (mero objeto intrascendente) sino para el resto de las caras. Todos vestimos el burka en cuanto nos cruzamos con alguno de esos tristes bultos ciegos donde han desaparecido la forma y cualquier declinación de las personas del verbo.

«Una cara borrada es incompatible con el sentido de lo público en nuestra civilización»

Y también de Ussía en La Razón

El burka no es sólo repugnante. Es humillante y delictivo. Y amenazador. Algunas naciones más libres y avanzadas que la nuestra se han apercibido de ello. En Francia, hay una firme decisión de prohibirlo. Su uso en la vía pública conllevará una sanción de setecientos euros. Otros países como Italia, Luxemburgo, Holanda y Bélgica han oficializado su veto. En España no.

En una sociedad libre no se puede salir a la calle enmascarado.

Si las autoridades permiten el uso del burka a estos fanáticos instalados en la Edad Media, tienen que permitir a los naturales de por aquí la máscara, el antifaz, el pasamontañas y el pañuelo vaquero anudado al cuello para moverse tranquilamente en los bancos, las tiendas, los grandes almacenes y las calles y jardines de cualquier ciudad de España.

Pero aquí somos todos iguales, y no hay motivo para permitir a los que viven en la Edad Media el beneficio de un privilegio que se nos niega a los que lo hacemos en el siglo XXI. .

Algún día, muy pronto, pagará Europa su tolerancia majadera.

Un burka en una calle de Madrid es un insulto. Un insulto a la igualdad del hombre y la mujer, un insulto a nuestra Constitución, un insulto a nuestra educación y un insulto a nuestra cultura. Si quieren tapar a sus mujeres, que se queden en su tierra. Si quieren lapidar a sus mujeres, que lo hagan en sus pueblos. En unos años van a obligar a los cocheros de Sevilla a cambiar sus caballos por dromedarios.

O Europa, y España en ella y con ella, reacciona ante el reto del Islam, o dejaremos a nuestros nietos una civilización marcada por la intransigencia, la violencia y el enfrentamiento. Dueños son los musulmanes de sus burkas, sus piedras y sus sogas. Pero en sus países.

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